Los días perfectos by Jacobo Bergareche

Los días perfectos by Jacobo Bergareche

autor:Jacobo Bergareche [Bergareche, Jacobo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2021-05-01T00:00:00+00:00


9

Hoy día toda relación tiene su banda sonora, o aspira a tenerla. Hay canciones que se convierten en el tema principal de esa primera etapa en que el amor se vive aún como una película, nos esmeramos en encontrar esa canción que podamos llamar nuestra canción, aquella capaz de atrapar el espíritu de ese tiempo y retenerlo, como una gota de resina sobre la que se posa una mariposa, la atrapa y al cabo de millones de años cristaliza, se hace ámbar translúcido y dentro exhibe para siempre preservada la imagen de esa mariposa como una extraña gema.

Nosotros encontramos la banda sonora cuando después de ver los murciélagos nos fuimos en busca de la mejor hamburguesa de Austin, esa por la que apostamos tras cotejar varias de las listas que aparecen cuando uno busca en internet «Best burger in Austin». La hamburguesa escogida estaba en Casino El Camino, un antro en penumbra, decorado como un templo maya de cartón piedra con sus glifos y monstruos precolombinos, atendido por tipos muy tatuados y con veintisiete piercings repartidos por la cara.

Sobre la barra había una gárgola gótica, y en frente una jukebox grande como un armario, tenía una selección musical variopinta y bastante insólita, y reproducía canciones en modo aleatorio, saltaba esquizofrénicamente de thrash metal a soul, de bebop a psychobilly, pasábamos de Megadeth a Miles Davis y de ahí a The Coasters, luego a Curtis Mayfield, a The Cramps, de Rahsaan Roland Kirk a The Saints… Hay djs que han sido apuñalados por cambios menos abruptos que los que hacía mecánicamente aquel trasto, pero lo cierto es que todo lo que sonaba era bueno. Los críticos musicales suelen utilizar la expresión all killer no filler para hablar de un álbum donde todos los temas son temazos y no hay nada de relleno, y esa jukebox era all killer no filler.

Tardamos un rato en adivinar que aquellos armatostes de los que bebían dos tipos en la barra, por medio de unas pajitas del tamaño de una tubería y que parecían cornucopias de las que salían matas de apio enteras, tiras de beicon frito, pepinillos, aceitunas grandes como ciruelas, eran en realidad bloody maries. El vaso era bastante más corto que todas las protuberancias que asomaban por encima del borde. Nos provocó una larga carcajada esa imagen, tú declaraste que era la expresión perfecta de los dos grandes preceptos tejanos: more is more y size matters. Pedimos uno para los dos, basta una de esas cornucopias para dar de cenar a varios. Era un buen presagio: cómo sería la hamburguesa en aquel lugar si esa era su bebida de aperitivo. El barman multiperforado nos derivó a una ventanilla en la esquina más oscura del antro, allí era donde se pedían las hamburguesas. Parecía la sala de calderas de un viejo barco de vapor. Por la ventanilla se podía ver a dos gordos con camisetas negras pegadas a la piel por el sudor, con los lóbulos de las orejas dilatados por aros enormes, y



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